lunes, 27 de octubre de 2008

ORTELLI SOLO EN LA PUNTA

Guille dominó sin sobresaltos en Paraná y con su cuarta victoria de la temporada se escapó en la Copa de Oro. Silva está cada vez más lejos.
El Chevrolet motorizado por Laborito es un misil.
Quince minutos antes de que el Chevrolet N° 7 pisara la calle de boxes, la lista de trabajo se acentuó. La dupla Kissling, padre e hijo, decidió agregar carga aerodinámica en la trompa, con dos labios de aluminio. Los mecánicos agujerearon, remacharon, lijaron los perfiles y colocaron cintas. Otro ayudante limpió el parabrisas, algo que pidió Ortelli desde adentro. Christian Pereyra, ex piloto de TN y uno de los jefes de mecánicos, rellenó el recipiente de líquido de freno. Laborito ordenó ponerlo en marcha. Christian Kissling chequeó que funcionara la comunicación y le indicó a Guille que probara unos cambios en la vuelta de formación. Ortelli salió, Silva esperó. Gustavo Lema, jefe del equipo, no fue al paredón. Se quedó adentro del box, casi escondido con un televisor. El padre del Pato Silva miró al cielo, ojos brillosos. Y frotó sus guantes de trabajo. Hugo Ortelli estaba sentado en el paredón. Casi sin hablar, como siempre. Desde ese momento, las 12.53, hasta las 14.36, cuando Guille le dio un beso en la cabeza a su hijo Mateo en la sala de prensa, pasó casi una hora y media. Historias mínimas de la definición de un campeonato. O casi.

La cuarta victoria de Ortelli en el año parece haber decidido la historia. Con 52 puntos en juego, la quinta corona asoma posible. Hasta puede definirla en La Plata, justo cuando Silva puede también abrochar el hipotético título en el campeonato general, en el que le lleva 34 a Moriatis. Qué paradoja sería, 'no?

"Dimos un paso importante, pero el campeonato no está ganado. Ya gané uno en Río Gallegos por no entregarme. No me puedo confiar", cuenta Guille.

-'Qué le dirías a Silva?

-No sé qué decirle... Es el más perjudicado con este sistema, interiormente justifico su bronca. De 40 y pico de puntos le redujeron la ventaja a siete. Lo comprendo. Pero tiene que sentir fe. Yo no me entregaría. La segunda generación de motores que Johnny Laborito le dio a Ortelli desde la carrera de Rafaela produjo un quiebre en la Chevy. Desde ese momento "es un misil". Y hasta la suerte le corre a favor. Ayer iba a largar en primera fila pero por afuera, ya que Moriatis marchaba rumbo a la serie más veloz. Pero Marcos Di Palma ('vieron que llegó a JP Racing para ayudar a Guille?) se despistó, el pace car hizo más lerdo el tercer chico y eso puso al de Salto arriba de todos.

El gran perdedor fue Silva. Hay que ponerse en la piel del chaqueño que casi era campeón, con un laburo impecable a lo largo del año. Pero el corralito deportivo que le confiscó la ventaja pesó demasiado en su mente. Lo soportó hasta la carrera de Río Cuarto, justo cuando anunciaron el playoff. Desde ahí, viene en picada. Ahora, el campeón 2005 está golpeado. Mal. En la final se había acomodado 5°, pero se fue solo en la 2ª vuelta. Cayó al 11° lugar y renegó ante Catalán Magni (le pegó feo antes de la chicana) y Tadei, que fue una muralla defensiva. La falla eléctrica que jamás se fue en los tres días fue culpable de la pérdida de puestos con Martínez y Rossi, en la última vuelta.

Termina la conferencia. Hay una pregunta que sorprende a Ortelli:

-'Y si anuncian un playoff para las dos últimas y perdés los 17 de ventaja? -(No habla por segundos) No me gustaría, el más per- judicado sería yo. Es duro. Puesto el resultado, sólo un hombre sabe lo que se pierde: Silva. En el fin de se- mana comenzó a enterarse que al 1 que imaginaba pintado será un milagro verlo en su Ford. Esa sí que no es una historia mínima.

No hay comentarios: